sábado, 30 de abril de 2011

Día de la Madre

En este día tan señalado...
¡Felicidades a todas las madres del mundo!


Carta para mi Madre…

Querida Madre…
Déjame que lo escriba así, con mayúsculas, y le lleve la contraria al diccionario, porque desde que estás tan lejos, es como si necesitara llamarte a gritos.
Aunque han pasado ya casi dos años desde ese último adiós definitivo, y aún habiéndome inspirado muchos poemas, no he reunido hasta hoy las fuerzas necesarias para escribirte un texto largo, tal vez porque tu ausencia me ha obligado a aparcar en la medida de lo posible los recuerdos que duelen, para seguir viviendo, y hurgar entre el dolor que los envuelve es como despertarte y despertarlos, reabriendo una herida que no está cerrada y que sangra al más leve roce.
Voy a tomar este precioso texto recogido de la red, como si fuera un dictado al oído de tus propias palabras, porque estoy convencida de que es la reflexión que a cualquier madre en pleno uso de sus facultades le gustarla pronunciar para sus hijos…
Siempre pensé que las cosas se irían sucediendo en lógica progresión y en deterioro escalonado, por eso, aunque te fuiste con un cutis perfecto, trataba de vez en cuando de adelantar el reloj de ese futuro incierto para imaginarte mayor y con arrugas, con tus labios pintados, como siempre, y con esa mirada azul intenso como la madre de la foto, que por su tonalidad, bien podría ser la tuya.
Había guardado este texto durante años por lo entrañable de su contenido, e incluso lo había utilizado en otra ocasión por esta fecha para felicitarte desde algún espacio literario de Internet cuando aún podía abrazarte y aunque nunca llegaras a leerlo por ese extraño pudor mío en preservar los sentimientos que llevan impreso nombre propio. No imaginaba entonces que tendría que utilizarlo tan pronto para sustituir tu contacto en un te quiero, y para desahogar de alguna forma mi tristeza por tu ausencia… ¡Menos mal que aún me queda la palabra y este pequeño espacio personal donde expresarme desde el que intento sentirte hoy un poco más cerca!

No me dio tiempo a contemplar el surco de las arrugas en tu gesto, Madre, ni pude oírte repetir las mismas cosas mil veces como me hubiera gustado, aunque mil veces te hubiera interrumpido para corregirte desoyendo tu mandato. Sí te recuerdo sin embargo leyéndome algún cuento infantil de esos que tenían finales felices y perfectos, y que estaban ideados para todo menos para hacer madurar a un niño y acomodarle a la realidad de su edad frente a la vida.
No, no me fue posible regañarte, ni meterte a la fuerza en la bañera como tú hacías conmigo años atrás, ni me dio tiempo a enseñarte cosas nuevas, ni siquiera a desesperarme en tu ignorancia. No tuve que entrenarme para refrenar mi carácter ni reforzar mi paciencia labrada en escasez, llegado el caso, porque el tiempo nos pilló a todos por sorpresa y en tan sólo veinte días se alzó en triunfo de todas las batallas, sin dejarnos al menos librarlas…
¡Ojala hubiera podido asir tu mano para ayudarte a andar aunque fuera a trompicones…! y a pesar de que te la mantuve cogida casi siempre, entre tu piel y la mía sólo quedaba lugar para el consuelo y la esperanza que a pesar de mis esfuerzos, nunca llegué a transmitirte. ¡Tendría algo que agradecer al destino si al menos hubieras perdido la razón y la cordura, y ajena a todo, te hubieras librado de ese sufrimiento tan imperdonable como innecesario!
¡No Madre, no te hubieras rendido fácilmente, yo lo sé…! Tú hubieras luchado con la fuerza del mundo y con la nuestra para plantarle la cara más valiente al maldito ladrón que, decidido, se propuso adueñarse de tu tiempo; y entre sollozo y sollozo, después del sereno reposo que dejan las lágrimas, hubieras maquillado mil veces tu tristeza para volver a arrancarle una sonrisa azul a tu mirada. Pero no te dio ocasión ni tregua, ni lugar para el cansancio y la renuncia, no… En ese corto espacio en el que te ibas apagando poco a poco, sólo había cabida para la rabia y la impotencia, y fueron tantas las veces que cuestioné los ¿por qué? que se me han quedado dentro el acento y la interrogación, y así me habitan, como un vulgar laberinto que no encuentra ni salida ni respuesta…
Me queda tan sólo, eso sí, la sensación del abrazo colectivo, del apoyo mutuo, y la completa certeza de que sentiste en todo momento nuestro abrigo, el de todos… Y me queda ¡cómo no! el tacto helado del beso de la muerte en esa despedida final mientras partías después de acariciar en un descenso tus ojos para siempre en la tarea más dura que me ha tocado hacer jamás.
Si aún fuera creyente podría confortarme el día del reencuentro, o el pensamiento sereno de los que confían en que ahora ya descansas en mejores aposentos y te envuelve esa paz de la que todos hablan aunque ninguno haya podido comprobarlo. ¡Podría incluso, añadiéndole un toque literario, escribir que te ocupan el tiempo los renglones, y que te han nombrado bibliotecaria de la eternidad, donde ocupas tus días leyendo sin descanso y disfrutando a placer de esa afición tuya tan arraigada y de la que sólo dejaste herencia a mis hermanas! ¡Pero ni eso me salva, tú lo sabes… y me suena tan falsa esa creencia como los cuentos de príncipes azules y ranas encantadas que me leías de pequeña…!
He aprendido a vivir con el recuerdo, Madre, a andar sobre mis pasos sabiendo que no estás y que es eterno, a sentir el dolor sin desangrarme, a mirarte en las fotos desde lejos y a acariciar tu rostro por encima del cristal que te protege sobre ese rincón privilegiado que ocupas en mi casa, He aprendido a sentirte en la distancia recordando tu voz hasta hacerla memoria para que no se distorsione el timbre en mi cabeza, y trato de lidiar la realidad que tengo sin rechazar las cosas que me quedan, que son muchas y grandes… Incluso alguna vez ya me permito la sonrisa espontánea, abierta y generosa, rememorando gestos o vivencias, y esas frases tan tuyas que sólo tú decías y que nosotras tratamos de perpetuar.…
Pero me queda rabia, mucha rabia… me siguen habitando la rabia y la impotencia y el amargo recuerdo de esos últimos días que tanto te dañaron. Y me queda adherida la creencia de que en ese adiós de tu partida, el tiempo contrajo una deuda con nosotros… la de los años que nos privó de estar contigo. Y… ¿Sabes Madre…? En ese espacio de profundo vacío que has dejado en mi alma, no hay lugar para el perdón de los deudores... es la pequeña ventaja de no ser católica apostólica.

A cambio de ese daño irreparable, no lo niego, nos has dejado vida en cada uno, no sólo en los recuerdos, que son muchos, sino en ese mapa genético responsable directo de patrones idénticos que reproduce gestos, caracteres y actitudes, por eso te veo reflejada muchas veces en mis hermanas y en mí misma, como en una instantánea repetida que es tu vivo reflejo y que traduce a boca llena que algo tuyo sigue viviendo en nosotros, y seguirá en nuestros hijos, y seguramente Madre, en los hijos de nuestros hijos que serán portadores también de tu legado. Y referente a eso… He dejado para el final la mejor de las noticias… ¡Estés donde estés, vas a ser bisabuela!
Es casi lo único bueno que nos ha pasado desde que te fuiste. Se llama Lola y ya desde el vientre de su madre ha sido un mensaje de esperanza durante todo este tiempo, y será un canto a la vida en tan sólo un par de semanas, tal vez antes. Te hubiera encantado abrazarla y achucharla, lo sé… y quién sabe si desde ese otro plano que ahora habitas puedas incluso disfrutar de alguna forma del esperado alumbramiento. Para nosotros, para todos, estarás allí como si pudiéramos verte, y ella sabrá de ti, porque tú eres una parte importante de su historia… Y aunque no te conozca, aprenderá a quererte en la distancia, como lo seguimos haciendo nosotros, porque te hiciste eterna e inmortal.
Desde este lugar que sigue siendo tuyo, hasta allá donde quiera que te encuentres… Te quiero, Madre.

5 comentarios:

  1. No queria irme despues de leer esto sin decirte nada pero no tengo palabras ahora mismo.
    TKM

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  2. No hacen falta más palabras, querida Sabela... Mi mejor compañía es hoy tu presencia y el que te haya calado dentro el texto.

    Un abrazo enorme...TKM

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  3. Alma Ragatzzi,vengo por primera vez a tu blog,te agradezco que me hayas facilitado el camino...LA CARTA A TU MADRE ME HA EMOCIONADO,LA HE SENTIDO MIA,PORQUE TAMBIÉN MI MADRE NOS DEJÓ HACE DOS AÑOS Y NO LA OLVIDO NI UN MOMENTO.
    He visto tu profundidad,tu amor a la vida y la belleza de tus textos y poemas,que han dejado una huella en mi interior.
    Te dejo mi gratitud,mi felicitación y mi abrazo grande,amiga.
    Espero que,sigamos juntas el camino de las letras por mucho tiempo.
    M.Jesús

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  4. M.Jesús...
    Gracias por llegar y por acreditar tu presencia con este cálido comentario que me agrada y me emociona.
    Si como yo, has perdido a tu madre casi al mismo tiempo que la mía, ya sabes de los días del dolor y la ausencia, y de esas heridas que siguen sangrando por más que parezcan cerradas.
    La vida continúa... ¡qué duda cabe! pero ¡qué dificil es vivir sin esos afectos que nos son tan necesarios! tú lo sabes...
    Nos seguiremos leyendo, querida amiga, no lo dudes.
    Puesto que tú también escribes poesía, igual que yo, y aunque me hayas agregado en este blog, no sé si te gustaría más el otro, que es sólo de poesía. El barner para llegar a él está aquí en este mismo blog, y la dirección, en mi perfil.

    Un abrazo desde el alma.

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  5. M. Jesús... si hace dos años que perdiste a tu madre, como yo, entonces ya sabes del dolor de la ausencia y de esas heridas que sagran por dentro. Es cierto que la vida continúa y que debemos seguir con ella, lo que ocurre es que a veces es difícil, tú lo sabes.
    Gracias por llegar hasta estas letras y por emocionarte con ellas, y por supuesto no dudes que seguiremos en este camino de las letras.

    Un abrazo.

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