domingo, 20 de marzo de 2011

Japón se Hunde...

Se les ha deshecho el mundo en un momento… A sus pies, en sólo instantes, han visto como el terremoto y el posterior tsunami arrasaba con todo dejando en sus retinas un recuerdo imborrable. Se han quedado sin casas, sin coches, sin trabajo, sin pueblos enteros, y lo que es peor, sin lo único que no puede reponerse con esfuerzo, con tiempo y con dinero… las vidas humanas.
Se cuentan por miles los nipones que han muerto; familiares y amigos a los que algunos ni siquiera podrán enterrar dignamente. Y sin embargo… ¡No lloran! Aguantan el dolor como entrenados guerreros, y tragan saliva apretando los dientes mientras mueren un poco más por dentro.
No hablaré del impacto emocional de las imágenes porque basta mirarlas de lejos para remover las conciencias más sólidas y volverlas permeables, tan frágiles como esas casas que flotaban sobre el agua a la deriva como si fueran de papel.
Paradójicamente, y a pesar de la magnitud de la tragedia, me sorprende sobre todo su entereza, su asombrosa serenidad y esos gestos ausentes de tristeza que sostienen el ánimo firme, como si de un mal sueño se tratase y mañana despertaran de la pesadilla con todo recolocado en su lugar. Y como las desgracias nunca vienen solas, se les suma la alerta nuclear ¡que ya acojona…! y en lugar de abatirse se organizan en dispuesta colaboración para su entorno con una actitud heroica que es toda una lección para el mundo que les muestra su apoyo emocionado. Lloran por dentro, o eso dicen, porque su cultura entiende que mostrar el sufrimiento y las emociones negativas es una falta de respeto para sus congéneres y lejos de ayudar propaga el desánimo esparciendo una tristeza colectiva que no conlleva a nada.
Pero yo, occidental “blandita” que observo desde fuera, no puedo evitar estremecerme al contemplarlos bajo esas corazas de hormigón que les protegen, y no negaré que en cierto modo, siento envidia de su ejemplar comportamiento, de su solidaridad para con ellos mismos y de ese espíritu de lucha y valentía que habita en cada uno.
Proclaman el triunfo colectivo por encima del individualismo y como tal se comportan, cual organizado ejército que sabe que la unión hace la fuerza. ¡Toda una lección frente a otras sociedades victimistas que nos muestran la sangre y la carnaza en un efecto de sensacionalismo que da asco!
No se han registrado saqueos importantes, y los comerciantes no han subido los precios para especular con la tragedia como hubieran hecho otros países latinos. Ellos siguen códigos de honor establecidos, y en lugar de destrozarse como buitres en busca del último sustento, reparten como hermanos en un gesto de lealtad y honestidad que les ensalza ante el mundo como un pueblo noble digno de admiración.
No, no es que sólo estén a la vanguardia en cuanto a tecnologías se refiere, es que nos llevan siglos de ventaja en humanidad y raciocinio, y lo están predicando con el ejemplo…
Más nos vale, que además de mirar y conmovernos, aprendamos la parte que nos toca y empleemos nuestras fuerzas en levantar lo caído, como ellos, en lugar de lamentarnos por su pérdida. Tal vez así, algún día, consigamos avanzar en paralelo…
¡Adelante, Japón, el mundo está con vosotros!

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