martes, 1 de marzo de 2011

Carta de Amor a "Cupido"

Se solicita entrega inmediata

Querido “Cupido”, dios ancestral por excelencia del amor y el desamor, porque ambos casi siempre van unidos. Te han cantado poetas y profetas, trovadores y doncellas desde los tiempos más remotos, y hoy yo, humilde portadora de palabras, deposito esta carta sobre el ribete de tu arco enamorado, para que con tino certero, la traspases con tu flecha y la lances al centro mismo de la diana de su alma.
Seguramente él no me lea nunca, pero tal vez la magia de tus alas, interrumpan en la noche su sueño sosegado y entre brisas de recuerdos y aromas de incienso y de ternura, se despierte al rumor de tus palabras mientras le haces entender con nitidez que siempre le amé, que a pesar de todo, aún le sigo amando.
Llévale el susurro de mi nombre de mujer y la suave caricia de mi piel enamorada, y dile que enmudece mi pluma al transmitir lo que siento, porque faltan las palabras... Alguien debería inventar nuevos conceptos para expresar la sensación que desborda un alma enamorada, porque los vocablos que ya están inventados, resultan insuficientes.
Dile que no le amé en pasado ni en futuro, sino en presente, porque es la única forma de vida que conozco. Muéstrale que mi amor fue un amor sin tiempo ni distancias, un espacio labrado en la oquedad del alma que destila pureza, un camino transitable y libre de compromisos que encadenan ni promesas incumplidas, porque todas se cumplieron al conocerle.
Hazle saber que mi felicidad residía en encontrar la suya, y que me hubiera gustado esculpir su alma con mis besos hasta modelarla, hasta restaurar cada una de sus heridas empapando con mi esencia su desolación.
Regresa a su lado con vuelo firme y susúrrale al oído que mi mejor regalo era tejer cada noche un manto grueso de esperanza sobre su tristeza curtida en desengaños, para que volviera a enamorarse de la vida, y su conciencia despertara al universo infinito de los sueños que se materializan sin preguntas ni reproches.
Recita tú, Cupido, mis palabras, y grábalas a fuego en el reflejo sombrío de su presente amargo. Declara que todo fue verdad y hazle saber que mi mejor premio era dejar que le quisiera, y mi mayor dicha, saberle feliz.
Preséntale mis disculpas sinceras y ruega en mi nombre que me perdone por todo lo vivido si eso le hizo daño. Instrúyele en materia de tiempo y secunderos, y consigue que entienda que a veces seis días de locura pueden ser mucho más que toda una vida de rutina. Enséñale el camino de las horas y dile que en seis días se puede ascender al cielo y bajar a los infiernos sin alas ni motores que te impulsen, dejando sólo que la palabra tome el lugar correcto y que el corazón libere sus latidos sin amarres, al compás del sentimiento.
¡¡¡Seis días, sólo seis días dicen que fueron necesarios para crear el universo, y es enorme!!!.
Cuida de él sobre todas las cosas y acógele entre la fortaleza de tus brazos de hierro, para que nunca le suceda nada malo. Envuélvele en el manto infinito de tus alas de nácar para que vuele libre de ataduras y sea feliz, e intercede desde el poder que te asiste para que encuentre pronto la paz que tanto anhela, porque es lo único que me importa.
Explícale de forma clara y contundente por qué enmudecieron mis palabras y se apagaron mis versos, y dile que mi estrofa tampoco volverá a sonar jamás.
Encárgate de que recoja el último ramo de rosas rojas que he dejado sobre el dintel de su ventana abierta, y ayúdale a enterrar las espinas que se esparcieron en el trayecto, porque fueron producto de la brisa contaminada y el viento que soplaba huracanado.
Ayúdale a sentir mi amor y exprésale sin reservas lo mucho que le quiero, pues yo ya no voy a poder decírselo nunca, y dile que viajará conmigo en mi equipaje hasta el final de mis días, porque he sacado para él un billete sin retorno.
Gracias “Cupido”, por ser el mensajero de esta carta.

Febrero 2007

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