No soy creyente, mis creencias religiosas se fueron quedando por el camino con algunos jirones de mi piel, y tomaron un justo lugar, creo, junto a los cuentos de hadas que adornaron mi niñez y que también desaparecieron a medida que mis trajes se iban agrandando, mis faldas se hacían más cortas y provocativas, y mis tacones se elevaban algunos centímetros. Tal vez repose todo junto en el fondo del baúl de mi inocencia, con aquel primer diario y mis queridas muñecas...
Entiendo estas fechas, por tanto, de forma diferente a los católicos, y para mí, la Navidad no tiene más significado que el componente emocional que llevan implícito las reuniones familiares y los encuentros entre amigos, esos que se fueron a vivir fuera y que prácticamente ya sólo vuelven de año en año.
Sin embargo, y a diferencia del hastío que estas fiestas provocan en otros y que parece haberse puesto de moda, a mí sí me gustan, aún a pesar de las ausencias con las que casi todos justifican su apatía navideña. Para mí, los que faltan, están ausentes todo el año, y en cada día, en cada cumpleaños, en cada celebración, les sigo echando de menos, sencillamente porque me faltan siempre.
Disfruto de la compañía de los míos, de las mesas adornadas y rebosantes de contenido en las que sobra casi todo menos la alegría y el jolgorio, y fiel a la tradición, al igual que hiciera desde niña con mi madre, sigo poniendo el portal de Belén con mi hijo, aunque ahora la madre sea yo, y él, de niño ya no tenga nada.
Me resbala por tanto la reciente polémica de la mula y el buey, e incluso si es justo el día 24 de Diciembre cuando nació el mesías o no, porque en realidad yo el único cumpleaños que celebro en ese día es el de mi madre, que nació casi al mismo tiempo que el niño Jesús, para desgracia de mi abuela, supongo, que la debió de dar a la pobre la noche. Y respecto al portal, pienso seguirle poniendo igual que siempre, por mucho que la iglesia se empeñe en decir lo contrario.
Desde estas líneas quiero haceros llegar mis mejores deseos, pero sobre todo, me gustaría esencialmente que tuvierais PAZ, porque como decía un buen amigo mío, la paz es unas veces la causa y la consecuencia otras, de las cosas más hermosas.
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