sábado, 7 de mayo de 2011

La Lluvia, Si no Estás, me pone Triste

A Zeus... Mi hijo.
¿Recuerdas…? Era Abril y llovía, y mirábamos juntos las tormentas a través del cristal de nuestra casa… Rozábamos el cielo en la retina contemplando el perfil del aguacero, abrigados, calentitos, sin mojarnos, y disfrutabas tanto que con sólo mirarte era feliz.
Siempre me ha impresionado esa afición tan singular y tan tuya por todo lo que tenga que ver con la meteorología y los cambios climáticos, y aunque a trancas y barrancas a veces, te seguía sin remedio contagiada en tu entusiasmo. Me gustaba observar la emoción en tus ojos después del relámpago, contando los segundos, mientras esperabas impaciente la llegada del trueno… ¿o acaso era al revés?
Después siguió lloviendo año tras año, y seguimos tú y yo… ¡cómplices de tantas cosas! compartiendo también cada inclemencia. He vivido a tu lado rayos, truenos, granizos y centellas, y he salido contigo en pleno invierno a contemplar la nieve a las tres de la mañana, mientras el mundo duerme, después de haber hecho un muñeco en la terraza antes de que se derritiera, en ese pueblo nuestro donde raramente se dejan ver los copos…¡Qué locuras las tuyas!
Siguió lloviendo tanto, que creciste mucho antes de que me diera cuenta, y aún a pesar de haberte disfrutado en plenitud, porque me dediqué a ti por entero para vivirte, para que el reloj no me robara ni un minuto de ese tiempo de infancia que ya preveía breve, aún así, ya te digo… ¡Se han pasado los años de un plumazo!
Y un día, no hace mucho, cuando ya habías previsto tu futuro inmediato apartado de este entorno que te ha visto crecer, volvió a llover de nuevo, y esa vez, la nostalgia se fundió con mi abrazo, previsora de un eco de futuro. Te pregunté: Y ahora… ¿Quién va a ver las tormentas conmigo cuando llueva? Y tú me respondiste: Mamá, esta es nuestra ventana… Si miras a la lluvia mientras piensas en mí y tratas de sentir mi calor a tu lado, será como si lo viviéramos juntos. Yo en Madrid, haré lo mismo… ¡Verás que guay resulta!
Hoy es Mayo, y ha vuelto a llover como tantas veces desde que no vives en casa ni compartes mi techo. Y he mirado la lluvia, y te he pensado, porque siempre te pienso aunque no llueva, y he sentido tu abrazo y tu calor en la memoria, porque los llevo impresos, ¡pero ya no es tan guay, porque me faltas…! Me faltas cada día desde ese mes de octubre en que hiciste la maleta y te marchaste, y aunque sé que es tu vida y así es como lo acepto… La lluvia si no estás, me pone triste.

5 comentarios:

  1. Hermosa entrada escrita con el corazón que sabe transmitir la ternura que encierra, al lector.
    Saludos, y un abrazo

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  2. Alma, vine a retribuirte la visita y me encontré con una entrada muy conmovedora y un blog interesante, así que también me quedo por aquí.
    Te dejo un beso.
    Humberto.

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  3. Siempre es muy grato llegar a este espacio después de una larga jornada y encontrarte en mis letras, Carlos... Gracias por acompañarme.

    Un abrazo

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  4. Gracias por tu visita y por tus letras, Humberto. Me gusta que el blog te guste, como a mí el tuyo... Nos leemos.

    Un saludo.

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  5. ay Alma! cuánto me identifico contigo y con tu amor/soledad de madre!
    aunque mis hijas aún están conmigo, hace tiempo que dejaron de ser mis niñas! se convirtieron en adultas y dejé de tener sus risas, sus abrazos y sus caricias!
    Nos seguimos besando si, Nos seguimos riendo juntas si, nos seguimos acariciando si. Pero cuánto las extraño!
    Qué rápido pasa la vida cuando eran niñas, qué largo se hace éste tiempo en que buscan resolver sus vidas!
    Un beso guapa!

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